Lo sucedido el pasado domingo con Juan Manuel
Santos y su sequito de aduladores, autodenominados “unidad nacional” es bochornoso,
pues a pesar de haber concentrado todo el andamiaje estatal a una personal intención
electoral y embadurnar de mermelada las administraciones municipales a lo largo
y ancho del país, no logro que su coqueta mirada, en algunas ocasiones depilada
en exceso, sedujera a la mayoría de los electores. Ni siquiera las alianzas
clientelistas, con las que de forma sutil pretendió resquebrajar partidos
políticos como el Conservador o la Alianza verde, le valieron para vencer al
candidato del que otrora pavoneaba como su mentor y del que hoy se jacta de
enfrentar por lo nefasto que fue para el país. Los anaqueles de la historia ya
cuentan con un lugar especial para el presidente que sumado a lo anterior, convirtió
los medios de comunicación sin excepción, en jefaturas de prensa alternas de la
campaña reeleccionista; y que a pesar de contar con todo a su favor no logro
salir victorioso apabullantemente de la primera batalla electoral, sino por el
contrario ocupar un deshonroso segundo lugar.
Sin embargo, y tal vez obnubilado por la coba de
las rémoras que le siguen, el presidente no se percató de la falta de identidad
entre el país en el que vive la “unidad nacional” y el país en el que vivimos
los más de 9 millones de colombianos que no votamos por él; prueba de ello fue
su discurso de aceptación de la derrota, carente por cierto de profundidad y
altura, en el cual estímulo a mas no poder la polarización funesta a la que
irresponsablemente nos conduce, guerra y paz, esperanza y miedo, pluralismo y unanimidad y entre un supuesto Estado
de derecho y el todo vale; simplificando
en exceso el debate presidencial y restándole importancia a la disputa en la
que se encuentra.
Estas semanas, para los que disfrutamos de la política
será supremamente aburrida y desestimulante. La búsqueda inescrupulosa de votos;
las emisiones de los noticieros hasta en las secciones de farándula pretendiendo
explicar los que el candidato presidente, con su problema de tartamudez, no
puede; el expresidente Gaviria energumen@ gritando en la plaza pública ¡¡¡Uribe
mentiroso¡¡¡; bacata dando catedra de humildad y democracia; la cabeza más
brillante y calva del país hurgando hasta las basuras en la búsqueda de
imputaciones que eliminen de tajo competidores; recursos del erario público
despilfarrados en el multicolor ajuar reeleccionista…en fin, nos espera un
debate presidencial de altura.
No puedo dejar de lado la parte decente de estas elecciones,
mucho menos arregladas y maquilladas – y ligeramente más femeninas- que nuestro
candidato-presidente, las vencedoras de la jornada; Marta Lucia Ramírez
del Partido Conservador, quien a pesar de recibir los embates permanentes de la
mermelada estatal y el sectarismo aniquilador de algunos expresidentes, logro conquistar
las bases de un histórico partido que se niega a desaparecer. Y Clara López del
Polo Democrático, representando la verdadera izquierda nacional. Estos partidos
demostraron, ajenos a caudillismos vanidosos y ególatras, que las propuestas
estructuradas y programáticas y las ideologías responsables, si encuentran
receptividad en un desinflado electorado hastiado de las prácticas putrefactas
de la política actual.