Lo del próximo domingo en las urnas, no será simplemente la
elección del presidente número 60 de nuestra poco celebre historia republicana;
no, de forma agazapada, será la elección en la cual se definirá el futuro
modelo ideológico y económico que regirá las relaciones sociales y mercantiles
entre los habitantes de la nación, decisión trascendental ensombrecida por la
irresponsable polarización entre guerra y paz en la que simplificaron este
debate electoral.
Las nuevas bases sobre las que descansa la campaña
reeleccionista nos permiten percibir la tendencia socialista del camaleónico
huésped del Palacio de Nariño, quien ya aseguro su estampa en la historia
criolla, como aquel personaje que sin siquiera sonrojarse fue elegido por la
derecha, gobernó como la centro-izquierda y posiblemente es reelegido (dios no
quiera) por la izquierda recalcitrante y subversiva, muestra indiscutible de la
“dinámica” putrefacta de la política nacional y de los efectos adictivos del
presupuesto público convertido en mermelada.
Propuestas de desprivatización y desmercantilizacion de la
economía expuestas desde la Habana por los asesores políticos del gobierno; la
incorporación de guerrilleros a las filas de nuestro ejército, de la mano con
la exigencia de una nueva doctrina militar propuesta por el erudito
omnisapiente alcalde de la cada vez más caótica y destruida capital; la
exigencia de virar la ideología de la junta directiva del Banco de la Republica
desplegada por Clara López enemiga publica del libre mercado; y la utilización
de la Fiscalía General de la Nación como lacayo al servicio de intenciones
electorales, son apenas la punta del iceberg de lo que le espera a Colombia,
país en el que sus habitantes se niegan a revisar las nefastas experiencias de
su vecino más cercano en el cual, gracias al socialismo, el papel higiénico se
convirtió en un producto suntuoso y la actividad con él desarrollada placer de
unos pocos.
Ojo, no lo olvidemos, el socialismo es la filosofía del
fracaso. El credo de la ignorancia, la predica de la envidia, y su virtud
inherente, es la distribución igualitaria de la miseria[1], es el modelo de gobierno
de los ególatras acomplejados con insaciable codicia de poder, cuyos
contradictores corren la suerte de convertirse en el blanco predilecto de
retaliaciones políticas mediante la utilización de órganos públicos permeados,
sumisos y de bolsillo, y en el cual pensar diferente al gobierno es un pecado
capital.
Así las cosas, este domingo los invito a votar, no solamente
contra el socialismo que nos pretenden imponer, sino también contra la falta de
coherencia e ideología política de la “unidad nacional” desvanecida por la
mermelada, contra el sectarismo aniquilador de unos pocos, contra el “gamín” de
Vargas Lleras, contra Petro, Piedad, Clara López, Iván Cepeda y las FARC y
sobre todo votemos contra la risa sarcástica y prepotente del incompetente
camaleón huésped del Palacio de Nariño.