En diciembre del año 2010 desde las ruinas del
municipio de Gramalote (Norte de Santander) aun fumantes por el vapor de sus
entrañas y húmedas por las interminables lágrimas de sus habitantes, el mismo
Juan Manuel Santos de la mejor manera presagio lo que su gobierno procuraba
para el país:
“Vamos
a escoger a Gramalote como un ejemplo de lo que vamos a hacer con este país…”
Recorrer hoy el casco urbano de ese devastado
municipio, casi cuatro años después de la tragedia, para los que tuvimos la fortuna
de conocerlo con anterioridad, evidencia que esta promesa, es tal vez, la única
de las que el gobierno cumplió a cabalidad durante este nefasto mandato.
Transitar por aquel municipio cafetero nos
permite observar la desesperanza e incredulidad en sus habitantes; la tristeza de
los vecinos que se niegan a abandonar su terruño hacinados en albergues cuya
temporalidad se diluyo con el pasar de los días; las ruinas opacadas por la
naturaleza que se abre paso por los caminos del abandono; todo ante la mirada
atónita de una administración embelesada por la mermelada corruptora del
presupuesto público disfrazada de inversión. Estos simples ejemplos nos
permiten asegurarle un parte de victoria al vanidoso ejecutivo, pues no en vano
esos mismos sentimientos que emergen a flor de piel en los gramaloteros, son el
común denominador en el grueso de la población colombiana.
No en vano la desilusión y desconfianza en la
institución de la presidencia de la república, entregada al garete de la coyuntura
diaria que vociferan los amarillistas medios de comunicación, manifestando
claramente la carencia de planeación en sus políticas y su excluyente intención
electoral; un legislativo cada vez más distante de los intereses de sus votantes,
enceguecidos por la mermelada putrefacta de palacio; y una rama judicial
cochina y permeada en su totalidad por la ambición y politiquería del sanedrín
presidencial; dan como resultado concluir que el gobierno si le cumplió a
Gramalote, porque sus escombros abandonados son la más fiel evidencia de lo que
es hoy el país, dirigido por la incompetencia e ineptitud de una administración
pública petulante, individualista y narcisista.
“Gramalotizar”
el país, era la única promesa que Juan Manuel Santos no debía cumplir, sin
embargo y contra todo pronóstico lo hizo, nos entregara un país en ruinas, polarizado,
sin esperanzas y humillado, en el cual cada vez más, como en aquel municipio, la anarquía
matricula más adeptos ante su complacencia irresponsable.
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