martes, 13 de mayo de 2014

LA BRILLANTE Y TOTALITARIA CALVA DEL FISCAL MONTEALEGRE


Como si no fueran suficientes las constantes intervenciones de evidente tenor político del Fiscal General de la Nación, ajenas en su totalidad a la naturaleza jurídica del cargo que ejerce, demostrando su servil posición a quienes tras bambalinas lo manipulan; con preocupación leí, a propósito del escándalo del hacker Andrés Sepúlveda, lo que tal vez es la estocada final a nuestro maltrecho y manoseado principio de legalidad, escudo protector de los habitantes de a pie ante el ejercicio del poder público.

Al ser cuestionado del por qué le llamaba la atención la posición de derecha de Sepúlveda, descaradamente el fiscal contesta, al mejor estilo Chavista: “…El hacker es un neofascista sobre el cual el país tiene que abrir los ojos. Estamos viendo muy peligrosamente el surgimiento de grupos neofascistas”. No contento con tal nefasto pronunciamiento cargado de ideología y parcialidad, y con el cual elimino por completo la imparcialidad de la diosa de la justicia, le preguntan ¿“La guerra sucia que usted denuncia es de quién contra quién?”, a lo cual contundentemente responde: “De la ultraderecha colombiana contra una solución negociada al conflicto”.

Sin profundizar en disquisiciones y debates magistrales sobre lo que ha sido en la historia de la humanidad las ideologías extremas (sobre todo en Alemania e Italia), de forma somera debemos entender que tanto el nazismo, el fascismo o la ultraderecha son meras posturas ideológicas y políticas, que per se no pueden catalogarse como delitos, no pueden judicializarse y mucho menos se puede satanizar a quienes expresen simpatía por las mismas; toda vez que el gran pecado de estas no es su existencia, sino que degeneren en la comisión de delitos, actuaciones que si pondrían en marcha el engranaje judicial. Sin embargo, flaco favor le hace a Colombia las declaraciones de la “cabeza más brillante del país” - literalmente hablando -, tirando al traste al mejor estilo venezolano, la posibilidad de pensar diferente, la posibilidad de criticar lo que no compartimos y ejercer en debida forma las garantías que trae consigo los límites al ejercicio del poder público expresadas mediante el principio de legalidad.

Pasar por alto estas pendencieras declaraciones, como desafortunadamente lo hacen los enmermelados medios de comunicación, de la mano con la fragilidad del sistema electoral criollo, manoseable permanentemente por su amante de turno; una rama judicial que deambula no con túnica sino con harapos corroídos por la politiquería; y una política polarizada en extremos irreconciliables consecuencia de intereses electorales; abonan el terreno y abren de par en par la puerta al totalitarismo ideológico tan criticado por los socialistas del siglo XXI, al cual se matriculo con lujo de detalles la brillante calva del señor Montealegre.  



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