lunes, 21 de abril de 2014

DESPERSONALIZAR EL DEBATE, RETO PARA LA DEMOCRACIA


Flaco favor a la democracia le hace la polarización que se enquista fuertemente en la realidad nacional, fortalecida en estos días por los enfrentamientos y acusaciones personales entre los “eruditos” de la política criolla, basando sus incriminaciones en aspectos netamente subjetivos, gobernados por la vanidad y el protagonismo propio de los gamonales ventijulieros tan pasados de moda, y que dejan de lado lo que otrora era el insumo esencial del debate electoral, las propuestas y la elocuencia del candidato.
Muy lamentable resultan las escenas grotescas cubiertas de fina verborrea entre los miembros del aquelarre presidencial y su antiguo jefe el expresidente Uribe, carentes desde cualquier óptica de los fundamentos reales del debate político (respecto de lo cual cabe preguntarnos ¿Por qué hicieron parte activa del anterior gobierno si era tan malo?); nutrido y alentado, eso sí, por el amarillismo de los medios de comunicación, reflejo vivo de la carente, por no decir inexistente, responsabilidad social y profesionalismo en el ejercicio de su función, pues no en vano sus diarias emisiones y tirajes en nada promocionan las propuestas estructurales que propendan por superar los problemas de la nación o en nada estimulan el debate abierto y sin guiones de los aspirantes presidenciales, construyendo de esta forma una visión miope de lo que en realidad significa la elección presidencial, movidos únicamente por el lucro que la publicidad de sus patrañas genera.   
Ni que hablar del vergonzoso papel que están desarrollando los partidos políticos, quienes por antonomasia fungían como vasos comunicantes entre gobernantes y gobernados, convertidos ahora, consecuencia de la diabetes que trajo la “mermelada” presidencial, en fragmentos carentes de representación cuya ideología se diluyo de forma lenta e imperceptible ante la mirada cómplice de sus directivos, los cuales utilizan sus banderas como plataforma que permita, al mejor estilo de Judas Iscariote, anteponer sus intereses particulares sobre los generales. Esta carente ideología les impide tomar partido en forma responsable en los asuntos nacionales, despersonalizando las discusiones prelectorales y eliminando de tajo el asomo de peligrosos caudillos que con sus cantos de sirena conquistan un electorado cada vez más desencantado por la avaricia del político de turno y cada vez más confundido con la información parcializada que recibe de los comunicadores.
Despersonalicemos el debate, el candidato debe convertirse en la cabeza visible de un conglomerado organizado que se identifica no con la persona, sino con la ideología que representa, extirpemos los santistas, los uribistas, los peñalosistas o los petristas, y que florezcan los liberales, los conservadores, los progresistas, en fin, que germinen los partidos políticos con ideologías identificadas y claras, que impidan de forma directa los enfrentamientos subjetivos entre los protagonistas políticos de momento, otorgándonos a nosotros los electores de a pie las herramientas necesarias para votar, al mejor estilo de las democracias robustas y responsables, por un partido y no por un candidato; eliminando de paso de la escena nacional personajillos nefastos, que revolotean de partido en partido que despotrican de su anterior jefe y adulan la ineptitud del actual, en busca de la sombra protectora de la burocracia y el dulce néctar de la mermelada gubernamental. 


Nota marginal: Reconocimiento especial a mis amigos Diego Chacón y Rafael Carillo, cerebros fugados, que con la humildad y abnegación de los filántropos de forma permanente realizan aportes al desarrollo de la humanidad, marginales a los reconocimientos y halagos de la vacía sociedad.    

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